Review by New York Times Review
WHAT if conventional wisdom has it exactly wrong? What if Haiti, instead of being mired in retrograde customs and superstitions the developed world cast off centuries ago, is in fact, ahead of the curve? What if, as Amy Wilentz posits in her excellent "Farewell, Fred Voodoo," Haiti has always been the most modern of nations, at the forefront of every major historical trend since Columbus dropped anchor off the Hispaniolan coast? Wilentz, the author of "The Rainy Season: Haiti Since Duvalier," makes a good case with her catalog of Haitian "firsts." The first genocide of indigenous people (the Arawaks); the first truly globalized economy (ships from Europe, slaves from Africa, and products - chiefly sugar - from Haiti back to Europe); the earliest Third World liberation movement, resulting in the first (and so far only) successful slave revolution, and the world's first black republic; the prototype for American invasion and "nation building," with the attendant insurgency and guerrilla warfare (1915-34); and now, in our own time, a window into what may well be the future for all of us, a "postapocalyptic dystopia" of environmental desolation, government dysfunction, broken cities, dwindling resources and raging epidemics. Wilentz is good at these twists that turn received ideas inside out. Her relationship with Haiti dates to 1986 and the fall of the Duvalier regime, tumultuous days she spent traversing Port-au-Prince and interviewing, by her own account, "anyone who had anything to say: . . . this priest and that general, . . . this guy I met in the street, and a market lady, and some man who said he was a tailor." In other words, she was interviewing "Fred Voodoo," the politically incorrect label by which an older generation of journalists referred to the Haitian man on the street. Fred Voodoo is, of course, a stereotype, the generic Haitian "other" into which outsiders conveniently pour their agendas, misconceptions and prejudices by way of explaining a place that seems so maddeningly inexplicable. Watching the earthquake coverage from her home in Los Angeles, Wilentz saw all of the old Fred Voodoo tropes being breathlessly recycled by khaki-clad reporters standing atop the rubble. Within two weeks of the quake, Wilentz was back in Haiti, trying, as she says, "to put Haiti back together again for myself, . . . to stack the pieces flung apart by the earthquake back up into some semblance of the real country." This book, then, is Wilentz's attempt to be done with Fred Voodoo - to see, as clearly as possible, Haitians and Haiti for who and what they are. Not just Haitians. "I had added white men to my list of things to think about in Haiti. I was continuing my study of us: What did we think we were doing here?" These outsiders - blans in Haitian Creole - are variously described by Wilentz as the crisis caravan, the innocent army, mobile sovereigns, disaster junkies, aid groupies or simply "stupid white people." Thanks to her long experience with Haiti, Wilentz describes herself as only "fairly stupid," and at all times she's very much part of the narrative, her own confusions, feelings and memories restlessly informing the larger story. It's a tricky approach, and a natural for narcissists; Wilentz addresses one such instance in a chapter entitled "The Violent-Sex Cure," in which she dissects a young American journalist's self-publicized "fake-rape" therapy. But in the right hands - in Wilentz's hands, or Joan Didion's, say, a writer whom Wilentz matches for note-perfect prose and unflinching inquiry - it becomes almost an act of humility, this open acknowledgment of the self who's telling the story, with all her flaws and shifting moods, her own set of agendas. Wilentz takes nothing for granted, not even the luxury of presuming her presence in Haiti is useful and worthy. Especially not that. Given the history of outsiders in Haiti, from the foundational dynamic of genocide and slavery to the economic and political manipulations - the "soft imperialism" - of our own time, Wilentz's self-do¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿ ¿ ¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿ ¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿ ¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿ ¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿ ¿¿ ¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿ ¿¿¿¿¿¿ ¿¿¿¿¿¿¿ ¿ ¿¿¿ bt might be the only sane position from which to operate. She's distrustful of all outsiders, a stance that her accounts of blundering, well-meaning blans (herself included) support. What does basic human decency require us to do? There's so much need and suffering in Haiti that we think the answer should be simple, yet the particulars of the place make it anything but. There is, for starters, Haiti's bloody history, and how the "habits of masquerade" that were survival methods during slavery play out today in complex and obscure ways. Wilentz finds patterns of masquerade in voodoo ritual, in politics ("la politique de doublure"), even in the slippery grammar of Haitian Creole. Outsiders must negotiate a culture where paranoia has historically been a healthy state of mind, due in no small part to Haiti's long tradition of kleptocratic government, perpetually aided and abetted, if not directly imposed, by outsiders. Factor in the self-interest of even genuinely altruistic organizations, and the growing body of research that shows "development" often exacerbates the very conditions it's intended to relieve, and you get, well, a world-class mess. Wilentz is an artful guide through this morass. She can be waspish, sometimes overly so - her takedown of a foreign-sponsored Haitian sitcom for its irrelevance and insipidity comes across as heavy-handed (it's a sitcom, for God's sake) - but wading into the swamp of N.G.O.'s, politics and financial machinations, she finds material fit for all the venom she can muster. American households donated $1.4 billion for earthquake relief, with almost $11 billion more pledged by countries and institutions for reconstruction. Add to that the significant private investment currently flowing into the country, and the result is a modern-day gold rush, complete with a global rogues' gallery of hustlers, pois, con artists, capitalists big and small (and there is, incidentally, a literal gold rush under way in the northeast part of the country). Résumés - mostly foreign - are being enhanced, and pockets - ditto - filled, whereas for most Haitians the trickle-down effect seems to be their best hope, though there's scant evidence that even this will happen anytime soon. As much as she eviscerates governments and the development industry, Wilentz is alert to competent, dedicated individuals working within the established system. And then there are the miracles, the outsiders who actually manage to do good. The American physician Paul Farmer is one such miracle, his Partners in Health a venerable institution by now, but Wilentz is more interested in the relative newcomers. Why do these people succeed where so many others fail? Wilentz is especially perceptive here, piecing together that rare alchemy of practical skills, stubbornness, flexibility and long-term commitment that enables outsiders to do useful work. As Wilentz says of the American doctor Megan Coffee, "She lets Haiti teach her how to deal with Haiti." The Dr. Coffees of the world never stop learning; it's this "continuous engagement" that makes decency possible, the commitment demonstrated by Dr. Coffee's spaghetti rounds, Sabina Carlson's long residence in the Cité Soleil shantytown and Sean Penn's fundraising travels through Latin America on behalf of the Haitian government. "There's always hope, whatever that means," Wilentz sarcastically comments as she deconstructs a coffee-table book of earthquake photos. Hope's not a given, not in a place as hard as Haiti. Hope is a grind. Hope is a work in progress, emphasis on work. For hope to be real, for it to be more than a feel-good cliché, it has to be earned. That is just one of the many valuable lessons to be found in this intimate, honest, bracingly unsentimental book. Ben Fountain's novel "Billy Lynn's Long Halftime Walk" was a finalist for the 2012 National Book Award. 'I had added white men to my list of things to think about in Haiti. . . . What did we think we were doing here?'
Copyright (c) The New York Times Company [January 20, 2013]
Review by Booklist Review
Zestfully candid, award-winning journalist Wilentz began her love affair with Haiti in 1986, and she has been exploring the country and its unique culture, history, and torrid relationship with the U.S. ever since. The catalyst for this ripping inquiry is what Wilentz observed during her sojourns in the wake of the horrific 2010 earthquake. Attuned to all the irony of her white outsider status even as she draws on her deep knowledge of Haiti's strength and struggles, she picks her way through the heartbreaking ruins and wretchedly inadequate camps, listening to post-quake hip-hop in the midst of chaos, blood, and misery and taking stern measure of international do-gooders. Wilentz is fierce in her criticism of missions of self-aggrandizement rather than aid and the pornographic aspects of media coverage. Writing with brandishing intensity, wit, skepticism, and indignation, Wilentz exposes systemic corruption, attends a voodoo ceremony, considers zombies and dictators, and marvels over everyday survival. She profiles two seriously committed and effective American heroes, physician Megan Coffee and Sean Penn, while her portraits of Haitians instruct and humble us.--Seaman, Donna Copyright 2010 Booklist
From Booklist, Copyright (c) American Library Association. Used with permission.
Review by Publisher's Weekly Review
In this bracing memoir, Wilentz (The Rainy Season: Haiti Since Duvalier) revisits Haiti, as she describes a complex nation, following the cataclysmic 2010 earthquake. The world's first black republic is neither French nor completely Caribbean nor a protectorate of the United States, but rather, Wilentz writes, something akin to French West Africa. Readers get a stimulating immersion course in Haiti's culture, history, and political machinations. She introduces a fantastical cast of characters who inhabit the many layers of Haitian society and those individuals who flocked to the island following the earthquake, burdened with motives ranging from the base self-promotion or redemption of sundry celebrities such as Kim Kardashian or Charlie Sheen to those who came to help such as Doctor Coffee, whom Wilentz calls "an all-purpose medical phenomenon." Though many pontificate on the country's unrelenting despair, poverty, and corruption, Wilentz's remarkable narrative strives to alter these perceptions. She writes, "But in fact, this depression and hopelessness come from experts who don't understand Haiti, don't acknowledge its strengths (and don't know them), don't get its culture or are philosophically opposed to what they assume its culture is, and don't know its history in any meaningful way." An unsentimental yet heartfelt journey to a country possessing the power to baffle some, yet beguile others. (Jan.) (c) Copyright PWxyz, LLC. All rights reserved.
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Review by Library Journal Review
Haiti has been marked by colonial oppression, revolution, dictators, and foreign occupation by American imperialism-to say nothing of widespread poverty, social and political turmoil, disease, and the crippling earthquake in 2010. Caught in the remarkable prose of Wilentz (The Rainy Season) the tragedy is told through the eyes of Fred Voodoo, Haiti's fictional everyman, a figure who fits invisibly in Haitian society but whose insight is unmatched. The author's fluid and engaging narrative delves into Haiti's history and focuses on the current plight of a nation of ten million living in stark poverty. Sean Penn, "Papa Doc" Duvalier, Jimmy Carter, and dozens of other personages appear across her pages, as do the voodoo priests and the Tonton Macoutes, Duvalier's personal police force. VERDICT Tragic, ironic, humorous, scary, and fascinating, the book is a remarkable achievement and a must read for those interested in Caribbean affairs. An overwhelming positive recommendation.-Boyd Childress, formerly with Auburn University Libs., AL (c) Copyright 2012. Library Journals LLC, a wholly owned subsidiary of Media Source, Inc. No redistribution permitted.
(c) Copyright Library Journals LLC, a wholly owned subsidiary of Media Source, Inc. No redistribution permitted.
Review by Kirkus Book Review
A veteran journalist captures the functioning chaos of Haiti. New Yorker writer Wilentz has been covering shattering events in Haiti since the Duvalier dynasty fell in 1986, culminating in her book The Rainy Season. Now based in Los Angeles, the author again felt the fatal pull of the country after the recent natural-disaster devastation and returned repeatedly in order to record the uneven progress in reconstruction and humanitarian aid as well as interview many of the so-called (in politically incorrect parlance) Fred Voodoos, or Everymen on the street, for a reality check. Describing herself as "a nave person, and a romantic," she has grown enormously wary of the good intentions heaped on the country from one crisis to another and is frequently cynical after many years of her "Haitian education." Since its very inception as the first (and last) slave revolution in history, Haiti has been victimized, plunged into poverty, denuded of resources and patronized by rich white neighbors bent on a "salvation fantasy" that has never lifted the country out of poverty. After the hurricane, suddenly whites appeared everywhere to help out. While Wilentz does chronicle some extremely good work being done--by the indefatigable infectious-disease specialist Dr. Megan Coffee and by actor Sean Penn in setting up a workable refugee camp--much of what the journalist witnessed remained a familiar profound malaise and dysfunction. Seeking out her old acquaintances and former protgs of President Aristide, the author found drugged-out zombies, many living in permanent refugee camps without proper sanitation and little or no literacy. She learned that nothing is as it seems in Haiti. Like voodoo ceremonies, society runs on "artifice and duplicity," and its government (a kleptocracy) has been organized "to be porous and incompetent, to allow for corruption." An extraordinarily frank cultural study/memoir that eschews platitudes of both tragedy and hope.]] Copyright Kirkus Reviews, used with permission.
Copyright (c) Kirkus Reviews, used with permission.